Hoy hemos estado en Idomeni, frontera griega con la vecina Macedonia. Esa alambrada de espino que separa los dos países y que fue el comienzo de esta gran crisis, del tapón de personas en busca de refugio, creado y mantenido por Europa y las Naciones Unidas. Esos que gastan millones de euros en yermas convenciones, vacías de todo contenido, de todo sentido y de toda vergüenza. Esas naciones que dicen estar unidas. Esa Europa más separada que nunca, más distante que nunca que permitió que se cerraran las fronteras, que se abandonara a millones de personas huidas de la guerra, del terrorismo. Esa Europa que sólo se mantiene unida por temas económicos, no nos dejemos engañar, porque en lo referente a derechos, cada país es muy soberano y puede actuar impunemente, con la connivencia del resto (no vayamos a molestar a nadie).
No hemos podido tomar muchas imágenes porque no dejan acercarse mucho, pero la sensación que da, es parecida a cuando estás en el estrecho de Gibraltar y miras hacia el sur, al otro lado del mundo. Unos metros separan dos mundos. Es curiosa la capacidad del ser humano para crear elementos artificiales que sólo sirven para separarnos y no para encontrarnos.
A Grecia le tocó bailar con la más fea. Grecia que ya atravesaba una crisis interna y a la que sus amigos de la UE dejaron sola con todo «el pastel». Grecia, tú te ocupas de toda esta mierda y yo te doy algo de dinerillo para que vayas tirando. Esto es Europa. Esa Europa que es capaz de abandonar a millones de personas en Turquía dándole a este país el más que sospechoso título de Tercer País Seguro. Ese es el precio que debe pagar Turquía para ser aceptado como país miembro. No que cumpla con las obligaciones de cualquier país democrático. Si nos haces este favorcillo, haremos la vista gorda, hombre, hoy por ti, mañana por mi.
Por no hablar de los países que directamente se han negado a acoger a ninguna persona, no vaya a ser que les manchen la casa.
¡Es todo tan absurdo!
Como absurda es la situación de Ezzeddin, un chico kurdo sirio de 19 años con el que hemos comido hoy y que se ha prestado a ser entrevistado. Estaba nervioso porque decía que era su primera vez ante la cámara, pero era muy simpático y dispuesto y ha querido colaborar con nosotros.
Lo absurdo de su historia es que, después de un periplo por un montón de ciudades y países en sus 19 años, dentro de poco (confía en que sea en un mes) será alojado en Suecia, cuando su padre está en Alemania. ¿Por qué Suecia? No lo sabe. No le dieron opción. Por un lado está contento porque ve luz al final del túnel pero ¿puede alguien explicar por qué no puede pedir asilo en Alemania? Su madre está en Líbano con tres hijas, él está en Grecia con otra hermana, su cuñado y sobrinos. ¿Por qué no le pueden permitir viajar a Alemania donde tiene también a algunos primos? Es realmente absurdo, lamentable. Él, que estaba estudiando alemán para preparar su viaje, ahora tiene que empezar de cero y aprender sueco.
Es un chico muy voluntarioso. Se apunta a todas. Quiere ayudar a los que lo están pasando mal. Sabe que su historia es difícil pero es consciente que los que vienen detrás lo tienen peor porque ni siquiera tienen la condición de refugiados. Quiere buscar el modo de ayudarles y nos pide por favor (a todos) que hagamos lo posible.
Mientras estuvo en el campo de refugiados en Nea Kavala estuvo ayudando a las distintas ONGs en labores de vigilancia. Ahora que vive en un apartamento en Polykastro está contento porque la situación ha cambiado mucho ya que la vida en el campo de refugiados era horrible con mucho frío en invierno, mucho calor en verano, mala comida, llenos de barro… Ahora se dedica a colaborar con Open Cultural Center, un centro social abierto no sólo para los refugiados, sino para cualquiera que quiera pasar un rato allí, jugar a algo, tomar té o café o utilizar los ordenadores con internet libremente. Tienen tres locales, de los cuales dos utilizan como aula (una como guardería de pequeños y otra como escuela) y dan clases de inglés, árabe, griego, matemáticas, arte….
El objetivo de este proyecto que inició su andadura en el campo de refugiados de Idomeni es que las personas que están en esta situación tengan un lugar al que acudir para socializar, para que salgan de sus casas y de la rutina de sus cuatro paredes, para que se conozcan entre ellos y con los vecinos del pueblo y no se aíslen. Para que tengan una actividad que les mantenga ocupados física y mentalmente. Por las mañanas dan clase a los peques, a media mañana hacen un almuerzo y se lavan los dientes y por la tarde son los adultos los que reciben las clases.
Allí les hemos dejado una caja llena de pinturas y un montón de blocks de dibujo y cuentos para colorear además de algunos instrumentos y frisbies.
Ezzeddin nos ha dado las gracias de manera constante y nos invita a encontrarnos en Suecia. También dice que cuando esté establecido en Europa, volverá a Grecia para verlo de otra manera porque dice que las personas que están aquí como él odian Grecia pero no porque les traten mal los griegos, que para nada tiene queja, sino por el motivo por el que se han visto atrapados aquí. Algo así nos pasa a nosotros. No hemos hecho nada de turismo, pero es que no podemos.
Volveremos a Grecia, seguro, para hacer turismo cuando todo esto haya acabado, hasta entonces, no seríamos capaces de admirar su belleza natural o arquitectónica, si hay personas que están sufriendo como ahora.